lunes, 28 de febrero de 2011

Este lunarcito que tengo acá

La salud perfecta no existe. La medicina no puede hacer mucho con mínimos indicios. La obsesión es una patología.

Para cualquier ser humano, es más difícil «encontrar una aguja en un pajar» que «encontrar un clavo en un pajar».

Esta aseveración quizá no necesite muchas aclaraciones: entendiendo que un clavo es un objeto más grande que una aguja, su propio tamaño facilitará la tarea de hallarlo.

Agrego otra premisa redundante: los médicos son seres humanos.

El motivo de este artículo es comentar una situación que se nos presenta como problemática, capaz de ponernos en duda y —por todo esto— capaz de angustiarnos, aumentar nuestro estrés y quitarnos calidad de vida.

La medicina recomienda a todos quienes quieran escucharla, que lo mejor es acudir al médico ante cualquier malestar que nos llame la atención o ante la aparición de algún signo corporal nuevo.

Ese mensaje genérico que emite la medicina preventiva, lo interpretamos de diferente manera: algunos se olvidarán de él y otros lo tomarán como su principal misión en la vida. Entre medio de ambos extremos, se ubicarán todos los matices posibles.

Al retomar las premisas iniciales que refieren a que los seres humanos percibimos mejor las señales fuertes que la señales débiles, podemos avanzar hasta la hipótesis de que, cuando consultamos a nuestro congénere médico proporcionándole una señal muy débil, lo estamos obligando a realizar un gran esfuerzo para encontrar su causa y aventurar algún diagnóstico.

De más está decir que ese mayor trabajo para él, nos impondrá exponer a nuestro cuerpo a más cantidad de invasiones prospectivas (pinchazos, punciones, imagenología) y a más gastos monetarios.

El perfeccionismo aplicado a la salud puede salvar algunas vidas, pero habría que considerar que ningún ser vivo es idealmente perfecto y que la obsesión no deja de ser una patología del pensamiento.

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Las pérdidas ajenas no son tan molestas

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Los tiranos de bajo perfil

Algunos fracasos profesionales o laborales, están causados por una perversión no diagnosticada.

El psicoanálisis piensa que la psiquis está organizada con la interacción de tres funcionalidades (1):

— el yo, que se dedica a la vida consciente, actual, en estado de vigilia (despiertos);

— el superyó, que se dedica a representar a todas las figuras de autoridad que han dejado en él sus leyes, reglamentos, obligaciones y que supervisa (súper-yo) al yo, controlando que no actúe ilegalmente y, finalmente,

— el inconsciente, donde están guardados los recuerdos perturbadores y los deseos e instintos que fueron prohibidos pero que siempre procurarán satisfacerse.

Como aún no hemos encontrado qué parte del cuerpo se encarga de estas funciones, una mayoría cree que son espirituales.

Los fenómenos sexuales nos hacen suponer que la psiquis también es orgánica.

La impotencia o la frigidez se curan cuando quien las padece mejora su salud mental.

Las patologías psíquicas ofrecen mucho material que nos ayuda a comprender las disfunciones sexuales que afectan una de las dos misiones que tenemos los seres vivos, esto es: reproducirnos.

Dentro de esas patologías me referiré brevemente a los violadores y pederastas.

Estas personas sólo logran satisfacción sexual cuando logran someter a sus víctimas. Se excitan sexualmente ante la debilidad del otro.

Son noticia y constituyen delito, los ataques flagrantes y el abuso explícito, pero también son violaciones y pederastias:

— la imposición que ejercen ciertos profesionales sobre sus consultantes (médicos, abogados, informáticos);

— los docentes sobre los alumnos;

— los burócratas sobre los usuarios;

— los militares y policías sobre los ciudadanos;

— los empresarios sobre los trabajadores;

— los gobernantes sobre los gobernados.

Las víctimas (pacientes, alumnos, usuarios), no pueden litigar contra el abusador-violador-pederasta, pero se alejan de él (lo rechazan silenciosamente) provocándole (¿inexplicables?) fracasos profesionales, docentes o administrativos... que deterioran la rentabilidad de su trabajo.

(1) Maqueta de una psiquis
Libertinaje programado
La violencia amorosa


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