jueves, 9 de junio de 2011

Los mediocres creamos genios

La mayoría de los seres humanos somos mediocres si nos comparamos con nuestros semejantes que descuellan porque son excepcionales ... gracias a nuestra existencia.

Los juegos de equipo incluyen una cantidad de fenómenos que no parecen interesantes y por eso los periodistas deportivos ni los mencionan.

Por ejemplo —para simplificar—, existen dos tipos de jugadores de fútbol: los que no pueden dominar la pelota si no la están mirando y los que pueden saber de su existencia y control sin perder una visión global de dónde están sus compañeros y contrincantes en cada milisegundo de juego.

Los jugadores talentosos son tan pocos porque la combinación de estas destrezas se dan en pocas personas.

No olvidemos que además de poseer esas características mentales, deben agregarse las características físicas en cuanto a la velocidad, flexibilidad, reflejos, resistencia a la fatiga, insensibilidad transitoria a los golpes.

Para completar esta visión simplificada del asunto, corresponde agregar que quizá haya más personas dotadas de todas estas características, pero que viven en lugares donde los estímulos sociales pasan por otro lado, por ejemplo, el sacerdocio, la ciencia, el trabajo inmediato para la subsistencia del grupo familiar y hasta el propio sexo, porque no se descarta que todas esas características estén ubicadas en un cuerpo femenino, con lo cual queda automáticamente descalificada para integrar un equipo de hombres.

Los mejores jugadores son los que ganan mucho dinero, se los ovaciona y reciben los estímulos sociales más atractivos.

Pero atención, tu, yo y todos nuestros conocidos, quienes comparados con Forlán, Maradona o Pelé parecemos muy poca cosa, mediocres, intrascendentes, tenemos el talento de permitir que la especie no se extinga, haciendo tan solo un trabajo de hormiga, sin brillo, ni gloria, ni fama, pero sin el cual ellos no tendrían quienes llenaran los estadios para aplaudirlos.

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